He venido a ofrendarte de mi jardín adorado,
las más hermosas rosas que, con gran ternura,
para honrar, este gran amor, yo he cultivado.
Sé que la pasión y el gozo no es lo que perdura.
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Mi fecundo ser, ha sido con tu amor, sembrado.
Pronto la semilla vivirá en la energía de un ser.
Ansío que, con tus afectos abraces al ser amado
y que, de tu firme amor, ausencias no padecer.
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Mi sufrido corazón aspira de ti, gran bondad;
que tus brazos se llenen de afecto al abrazar,
que no se tiña tu alma, con hilos de maldad;
ya que los píos, solemos, al Señor Jesús rezar.