Disfraz de bella dama seductora,
el encanto de tus pálidas manos,
cubiertas con áspera seda,
me arraigo desde que era solo un joven tallo,
con tenues caricias descendieron tus dedos por mi rostro,
cerrando inadvertidamente a mis párpados,
cual mano que clausura los ojos de un difunto,
al despedir el último aliento de su mirada.
Tus sortilegios son como espinas,
con primorosos labios de cristal moldeado,
emites besos cálidos de invierno,
que se clavan en mis sesos y en mis tripas,
para obligarme a deleitar,
el espejismo de tu efímera felicidad.
Nefandos placeres hilvanan tu bello disfraz, que oculta con cautela,
el veneno bajo tu piel,
que yace en tus huesos de tumba,
calavera que desprende mis tejidos a mordidas
y lentamente me arropa de esqueleto.
Leonardo León - 12/Febrero/2021
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