Si en las sombras te descubres descubriendo formas como un niño que ha visto algún hecho en el mundo por primera vez, podría decirse que si, descubriste cómo hacer arte sin dolor.
Imagina esto, apaga las luces, cierra los ojos en la oscuridad y luego cúbrelos con ambas manos, desliza tu cuerpo en una danza con el viento que sopla dentro de ti, con el humo que recorre los espacios infinitos en los que tu mente baila como una flor lo hace justo antes de que comience la lluvia.
Aún en total oscuridad no hay forma de escapar de las formas que nacen de la luz que salpica en tus parpados, ni de las ondas que mueven tus brazos, ni de los cuadrados o de los elipses; en esa oscuridad los pequeños ruidos se vuelven tan placenteros... tu respiración es un instrumento percusivo en el Choros 10° de Villa Lobos... y de repente acabas de entrar a una gran selva imaginaria que terminará por despojarte de cualquier pensamiento ajeno al arte.
Así se siente ser un artista... y no hay forma de escapar de ello, aún cuando lo intentas. Ser artista es ser un niño descubriendo sombras toda la vida, un solitario bailarín que solo baila por las noches, en la oscuridad, con los ojos cerrados.
En fin, ya respondí la pregunta, sobre si existe o no el arte sin dolor, lo descubrí en una oscura danza. El artista puede distinguir las -formas- aún en la ausencia de luz.