Las dudas o la ansiedad,
el destino o la oración,
esto es lo que nos conduce
a condenar una flor,
a arrancarla de su madre,
a dejarla sin razón,
como si fuera culpable
de que te quieran o no.
Margarita, flor silvestre,
es tu cárcel un jarrón
y buscamos en tu suerte
la verdad del corazón,
te desnudas lentamente
sólo por tu condición
y a la excusa de tenerte
nos ofreces tu dolor.
Mantengo a esa flor cortada
desde el confín de los tiempos,
ella es la flor de mi amada
y en su corona la encuentro,
el agua que ha de beber,
agua de vida y aliento,
es el agua de mi ser
con gotas de sentimiento.
La contemplo y me sonríe,
yo la miro y la acaricio,
es la flor que me transmite
la esperanza en el olvido,
de vida tiene el perfume
y de color tiene el mío,
convénceme que la tuve,
que yo la quise y me quiso.
Con ella la primavera
se asienta en el corazón
y vengo a hallar sus respuestas
en el fondo del jarrón,
me arrebata una sonrisa,
me susurra con su olor,
pétalos de margarita,
las dudas de un sí o un no.
Pétalos de margarita,
traje que copió del sol,
trocitos de flor marchita
que si nos dice que no
hacemos que se repita
otra vez esta canción
y otra flor se decapita
en el nombre del amor.