Cuando niño, tranquilo gozaba de mi estado
y seguía a las aves para admirar sus vuelos;
¡que bella fue la infancia donde estuve admirado
que las cosas pequeñas son antorchas de anhelos!
Y reía de nada porque estaba tranquilo
entre tantas costumbres que revientan de amores.
La virtud de la vida la demuestra mi estilo
y se impregna coqueta sobre brazos de flores.
La mirada de un niño sobrepasa fronteras
y se infunde en los mares hacia el gran Infinito;
de los cielos recibe las misiones postreras
que penetran el alma con perfume bendito.
La querida inocencia conquistaba su parte
con que pronto acudía la cultura de Oriente
y dejando plasmado lo que adentro se siente
floreció la sorpresa con la cual gozo mi arte.
Samuel Dixon [08/09/2022]