Se apartó cada vez más de las voces
hasta confundir su propio ritmo
con ese ritmo de pasos lerdos, cansados, gastados...
Se hizo uno con los inexplicables pliegos
del silencio, del frío que no está adentro
ni afuera, que llega y se va de repente, con pasos
cansados , lerdos, gastados.
Frío de la noche, de la soledad, de las angustias.
Buscó compañía en la aparente
inmovilidad de la piedra
rechazando la opresión mágica
lúdica del deseo,
de los sentidos
aparentemente dormidos
y que toman formas cuando una caricia los despierta.
Leyó el vuelo presuroso
de las migratorias aves:
son las mismas
que miraba por las noches desde su ventana,
y que se preguntaba cómo soportan
la lluvia y el granizo en sus vuelos:
Siempre aleteantes de luz.
Siempre presurosas,
siempre inquietantes.
Despaciosamente recorrió
los ciclos de cenizas de los astros
con su pupila abierta a la oscuridad
Encontró una dorada astilla
en el eterno renacer
de los espacios.
Y escucho en su corazón
los acústicos mensajes del viento
a través de las vacías
columnas, de las olas del mar.
Entonces interrogó al destino.
Quizás la respuesta
fuera algo infinitamente más simple.
Pero el hombre prefirió ser POETA.
Autora: Amalia Lateano
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