Joseponce1978

La guardia real de Buckingham

Bajo el hieratismo de una roca,

fusil con bayoneta en mano

y un oso enroscado en la cabeza,

el guardia real de Buckinham

ha permanecido inmóvil

ante nevadas o bombardeos.

Sin poder permitirse una lágrima

cuando un duque le confiscó

a un mendigo las monedas

delante de sus narices.

Su conciencia le pedía amartillar

el fusil y ajusticiar en el acto

al duque, pero pesaba más en él

el juramento de no mover un dedo

aunque su mujer se le acercara

para decirle que les había tocado

el premio gordo de la lotería,

que sus instintos más primarios.

Ni siquiera pudo permitirse

derrumbarse cuando sus colegas

retiraron de allí al mendigo

porque desprestigiaba al palacio.

O cuando al yorkshire del príncipe

Harry le dio por escaparse

del palacio para mear en sus botas

sin poder dar un zapatazo en el suelo.

Fueron tantos veranos soportando

picores en su cabeza encajonada

en un torreón de angorina

aguantando las ganas de rascarse,

que cuando le tocó jubilarse,

había olvidado escapar de su cuerpo.