Aún le doy vueltas al boleto...
un beso volado de la parca
lo que encontré en ese arca
que me marcó el esqueleto.
Que tanto enseño por fuera
pero que ya metí adentro.
Canjeada en pasos limpios
y en un campo reimantado
mi sueño ya es sereno, calmado
aunque mi cojera dé que hablar, en contrapunto.
Cuando el reflejo se hizo añicos ¡PIÑATA!
la gravedad del agujero dejó de ser tan grave.
Aproveché que mis gárgolas, amedrentadas,
se espantaron a la luz de un sol enaltecido
y me regalé unas vacaciones de noches salineras.
Drenado el esperpento, quedó un hueco por fin
para limpiar con brillos las cicatrices de mi nombre.
Ahora veo más claro y más de lejos,
ya no tengo prisa, se acabó el efecto túnel, escucho jazz y country mientras riego mi jardín.
Adoro tender mi colada, fregar mis platos sucios, y tener la nevera medio llena
o medio vacía.
Echar semillitas en mi ensalada y esnifar polvo de Stevia.
Sacar dos veces a mi perro, lanzarle lejos la pelota, llevarlo pa la marea y crearme en su sonrisa.
Ya tengo el impulso sin usar los trampolines,
ha vuelto la música repleta de poesía.
Orgulloso de estar loco o de no estarlo,
si total, lo que se ve en la calle cada día...
Los caracoles se enredan en mi pelo,
saco tiempo para decir no a la hipocresía
para acercarme a esa gente con la que una vez crecía.
Voy sacando regalos empolvados
del saco de los tal veces y algún día
que tanto ya pesaba, que tanto ya me hundía
¡Era un parapente malempleado!
Esperando a esas malditas mariposas
jodidamente en peligro de extinción
voy y me encuentro con mis moscas
atraídas por el tufo a putrefacción,
a todas me las tragué,
y en un cosquilleo de barriga
he vuelto a enamorarme,
perdidamente,
¡De mí!