La aflicción visitó a mi alma,
mi corazón debería tomar aliento.
De mi boca el suspiro fue expulsado,
no dispongo hermandad a quien acudir,
ni cómplice sobre quien echar carga,
¿Mas de qué serviría todo eso?
Si solo Cristo es mi única esperanza.
Qué fácil es errar a veces,
qué fácil es afligirme sol tras sol.
Al caer la luna, con el manto de oscuridad que la escolta,
he de añorar perderme entre las miradas y esperar por algo,
¿Esperar qué?
esperar salir de este aflictivo estado que entristece mi corazón,
forzando a mi semblante a veces a aparentar.
Una cosa sé por experiencia: que en cada mar de aflicción,
Dios me extendió la mano para no dejarme caer en la desgracia.
Bendito sea mi Dios salvador
y creador.
Amén.