Quién ha congelado el mar que pesa
en las espaldas de los Atlas andinos?
Quién detuvo la espuma que algodona
reverberante y oleosa, sus cabezas?
Son también, acaso, hielo las plegarias
que la angustia embarca ciega en los ríos de llanto?
Basta ya de preguntas
Solo contempla, y muere, y nace
como la luz cerúlea del amanecer
Ya no tengo rezos, ni tierra prometida
Ya no creo en el estanque rosado
al fondo de la fosa
No me espera una cama de pétalos
al final de mi caída
Pero aún me quedan estos ojos de niño
cazador de arañas
que ahora miran, claramente
cómo la belleza se repliega cada vez más alto