En esas mañanas que el sol resplandece,
recuerdo momentos que fueron tan bellos;
mirando sus ojos, azules y tiernos,
llenándome el alma, de rayos celestes.
Si escucho el susurro de verdes laureles,
que suave acarician las manos del viento;
me viene a la mente los dulces jadeos
que le provocaban mis besos ardientes.
Jamás se ha borrado, del lecho su huella;
tampoco su aroma jamás se ha extinguido,
quedando en la estancia, por siempre guardados.
Por ello, y por siempre, será la linterna
que alumbre mis sueños con halos divinos,
que inspiran mis versos, bordados con pámpanos.
Autor: Aníbal Rodríguez.