Manuel nací y ungido a la palabra.
Con un verso en la sien y otro torcido
en la pluma, mi oficio requerido
desatiendo atendiendo otras labranzas.
Si la letra es mi pan cada jornada,
pulso ajado, aprendiz fugaz he sido.
Ningún verso quedó repercutido
en humano mortal, no ya en la nada.
Sabe muy bien - mi voz de dolor llena -
del muladar de espinas, persiguiendo
calor y luz después de tanta brega.
La suerte del destino, no sabiendo
aligerar el peso de mis penas,
me hiere y rehúye y déjame muriendo.