La Patria, delimitada por líneas invisibles
Este suelo nuestro donde transcurre la existencia
No es tan solo un mapa en las escuelas
No es el puente, la carretera o el río que divide
La tierra, con sus ciudades, sus montañas y sus lagos
Está regada y abonada
Con el sudor y los huesos de los abuelos
Ésta, la tierra donde por primera vez
Se llenaron de aire los pulmones
Donde a diario van quedando nuestras huellas
Es un libro que escribimos cada día
El cordón astral que nos une hasta la muerte
¿cómo insultarla, cómo despreciarla
Si desde sus entrañas generaciones han sacrificado
Genio y vida por protegerla?
Ésta, tierra árida unida al fértil valle
Tantas veces absorbió la sangre de sus hijos
sus lágrimas amargas
Soportó tantas veces
las huestes invasoras
Y a pesar de todo con fe ciega
Con profundo amor y voluntad férrea
Sus buenos hijos insisten en honrarla
Sus buenos hijos no buscan propaganda
Sus hijos fieles no se inflan el pecho
Ni desempolvan el traje sólo un día
Porque
Cada átomo suspendido en su aire
Cada gota de lluvia filtrada en su subsuelo
Cada neutrino absorbido en su corteza
Ofrece sus historias, sus hazañas y visiones
Ofrece sabiduría y fortaleza
A todo aquél que sepa percibirlas
Cuenta la verdad no escrita
La verdad sin adornos y sin fechas
Cuenta la procedencia de la estirpe
De cómo nuevamente ha de unirse
El águila augusta y la docta serpiente
La que cada equinoccio no se cansa de bajar
A fecundar el suelo y las mentes de sus hijos
Sentirte Patria
Es el sentir continuo de esos átomos
Es reconstruir en la mente los vestigios
Es convivir sin miedo con las ánimas
Paladear en vasija de barro el alimento de la tierra
Alegrarse con el corazón fermentado de sus frutos
Enchinarse la piel al sonido de los cascabeles y tunkules
Mover los pies al escuchar las marimbas y mariachis
Hurgar en sus pueblos mágicos sin afán avaro
Ser faisán, venado o jaguar y reconocer su geografía
Escuchar embobados las leyendas de un anciano
Mientras haya una piel cobriza sonriendo desde su choza
Una lengua indígena hablada sin complejos ni vergüenza
Un bello huipil, un pantalón de manta usado con frecuencia
Un hambre saciada junto al fogón de leña
Una montaña sagrada invitando al retiro
Vivirá eL espíritu genuino del mexicano