Mi muerte de silencios fue amargura,
pusiste en tu mirada desvelada,
la angustia de perderme desolada,
sangrando la esperanza mí tortura.
Mi muerte no contempla sepultura.
La rosa va cruzando perfumada
una lágrima fértil derramada,
logrando que yo pierda la cordura.
Te nombran con sus voces en el viento
anhelos de la espiga florecida,
y vuelves temeroso, mi sustento.
Latido tembloroso en mi lamento.
Regrésame mi lámpara encendida.
¡Oh fruta embelesada con tu aliento!