Somos el grito que nadie escucha,
el viento que susurra
al ritmo de jazz a media tarde.
No importa la tempestad
nos inspira hasta el aire más violento,
soñamos asaltando el tiempo
y nos desvelamos despacio,
bajito y a fuego lento.
Cada palabra nos salva del abismo
y traspasamos fronteras
en cada verso que escribo
yo viajo, de veras.
Catadores en esencia lírica
como un grito de armonía,
como un grito fugaz
que sólo un poema
te puede dar.
Sin más propósito
que cederte el ocaso,
eternamente.