Izandro

Lluvia de Septiembre

 

Abre la ventana que da a tu dormitorio,

Y deja que el aroma a hierba fresca y humedecida,

Inunde el ansia de tus alientos,

Y observa con esos dulces ojos almendrados,

El suave caer de la lluvia entre tu velo y los azahares;

Deja que un poco de rocío salpicado,

Acaricie la piel de tu flor de las mañanas,

Desnúdate, y ve a sentarte bajo la lluvia,

Y permítele que haga surcos de un rio sutil y profano,

En tu piel que es idilio de Amor y una copa de deseo;

Déjame acariciar en la distancia desde mi olivo,

La tersura de tu cabello negro,

Y besar el rumor tibio que emana,

Del vapor de tu cuerpo en medio del aguacero;

Deja correr la lluvia entre tus dedos,

Y deja también, las palmas de tus manos siempre abiertas,

Y observa como el cristalino prodigio,

Te besa con Amor en su recorrido;

Piénsame, y déjame pensarte,

Porque el tiempo de hoy es ahora tan perfecto,

Ya que el frío de la brisa en el huerto,

Me obliga a darte abrigo entre mis pensamientos,

Y el rumor tan dulce de tu piel enamorada,

Que despide aroma de jazmín y madreselva;

Hoy es un día más de Setiembre gris,

Y la primavera aún duerme abrigada en su sueño,

No la dejes despertar, no aún,

Porque se perdería la magia,

De la lluvia sobre tu piel intacta,

Y porque el estribillo de las golondrinas y de los grillos,

Detendrían el gris de las mañanas,

Y el reflejo de tu piel tan clara y aromada,

Opacarían al sol, que renace en las mañanas;

Hoy la lluvia de invierno en tu querido huerto,

Acarició con dulzura la piel que te cobija,

Y el arrullo de un ruiseñor enamorado,

Se quedó dormido, entre tu piel y tus queridos besos;

Hay un poema que reza…

Deja caer la lluvia sobre tu piel desnuda,

Y que dibuje el camino entre tu sitio y mi lejanía,

Para que la distancia sea sólo una palabra,

Y no el hechizo, de la humedad entre tu cuerpo y este mío.