Cuando me haya muerto
sabrás que he resistido al silencio,
a las sombras que llegaron
con sus pájaros de dolor
y a la pálida furia de tu ausencia.
¿Quién, si no la muerte morirá
conmigo?
¿Quién -si no es mi sien caída-
abrazará a mi cadáver que ya
sueña?
¿Quién -si no es mi dolor-
se dolerá cuando me haya ido?
Desde lejos sabrás, que este mi corazón
siguió con su calvario
embriagado en su penitente espera,
a puertas cerradas,
deshojando el tiempo que traiciona,
que arrincona
hasta el blanco pedernal sin contraseña,
allí donde el punto se hace infinito.
¡Desde lejos vendrás!
Y me amarás, entonces.
Y beberás, entonces, la lluvia
que te dejará mi corazón.