Alberto Escobar

Polvo soy...

 

Dicen los más beatos que somos polvo y en polvo nos convertiremos ¿Será que ese polvo que se deposita a diario sobre nuestros enseres hogareños es un anticipo del gran polvo en el que devendremos Dios quiera tarde? 

 

 

 

 

Polvo soy, mas polvo enamorado.
Vengo dicen de un polvo 
que entró por esta ventana
—hace más años de lo que quisiera.
Mis hacedores son meros crisoles
de cientos de años de tradición.
En mi esencia —amasijo de esperma
con algún óvulo de por medio— hay
todo un conglomerado de costumbre,
de ciencia y nesciencia, de un hombre
que empezó con el fuego y terminará 
por extinguirse sin pena ni gloria. 
Una noria soy, una sucesión de cangilones
que van vertiendo un torrente escarlata,
un espesor de vísceras y sangre
que cual barro cocido va tomando forma. 
Soy horma, zapato y rendija de la que escapa
sentimiento y desdicha, latidos y pálpito,
polvo que se espolvorea por mi habitación
sin vistas, propia y ajena al mismo tiempo. 
Soy polvo, y en polvo me convertiré 
en cuanto no sea necesario, aunque suficiente.
Caigo en estos pensares dando buena cuenta
de un desayuno que mientras se va enfriando
se va alejando de mí, porque pierde el gusto.
Me asusto de repente de la estridente alarma
del reloj redondo y azul que descansa en frente,
en la repisa del centro, y me dice que son las nueve.
Me levanto a callarlo y aprovecho para mirar
alrededor, paso un dedo por sobre la tersa
superficie de la tabla y rescato sobre la yema
del dedo índice un pedazo de mí, algo de polvo.
 Lo huelo y huele a mí, lo acerco a la boca
y lo saboreo, sabe a mí, me alimenta, me nutre,
me llena el desamparo que me da vacío, sacia
la falta de afecto en la que me sumo cada instante.
Me aficiono al polvo de tal manera que el paño
no uso para dar salida a tanto ácaro.
Con la yema del mismo dedo voy lamiéndolo
sin cesar hasta darme por cenado, por almorzado,
por merendado y por desayunado de mí mismo. 
Soy polvo —polvo soy, que es lo mismo— y en polvo
estoy ya convertido, porque quien habla escribiendo
no es un ser vivo, si no un ser que yace en una cama
de algodón, una cama que se mueve con el viento
y viaja de una estancia a otra sin billete ni equipaje. 
Voy a dormir un rato, necesito estar fuerte 
para salir y divertirme, a ver si me convierto en polvo
y espolvoreo a más de un ser vivo tonight.