Con rostro de cansado peregrino
que viaja con su sueño destrozado;
contemplo al indigente infortunado
cargando la maleta de su sino.
Mirando la crueldad de su destino
que tanto su existir ha maltratado;
pregunto si su Cristo venerado,
de amor, le dio a probar su dulce vino.
Me dice que jamás de Dios espera,
le ayude con su gracia fementida;
que el bello paraíso donde impera
tan solo es una historia bien tejida;
y toda su grandeza es la quimera
que explota a los creyentes sin medida.
Autor: Aníbal Rodríguez.