Al borde de las lágrimas
podría morirme
en una estancia
complicándome como en parto,
y si me falta
algún atisbo de razón
lo estoy buscando
por la entrada
aquí a mi templo:
está esperándome
como la parca
tras de cualquier esquina
de este mapa
diseñado por un loco
en un sueño de esos raros
que desembocan
en la fría sustancia
de un nuevo viernes derramado
(de otra cosa no conozco,
pero de eso sí me salvo).
Son tantas historias
ahora que contar...
¿Las carcajadas
quedarán en la nada inmemoriales?
Los abrazos, los besos
que nos dimos tantos...
Ahora solo este letargo
que me acorrala
en no saber
por donde va a venir la próxima
ráfaga de aire denso
que me ha llevar
en sus alas,
las de un ángel de verdad,
hacia otros paisajes
nunca explorados
por el ojo humano.
Mis palabras van a perderse
en sus rincones como un hado
cruel
que me tiene reservado
dios alguno...
Estoy viéndolo en su altura
dibujado frente al muro
liquidándolo una duda
que es destructiva, le aseguro.
Lo veo tan solo entre la bruma
que a veces me deprimo
y nada me frena en mi actitud
de ir de juerga también los lunes...
Los días de fiesta
en mi cara triste se resumen,
y así estamos los que estamos
aún un algo aguantando esta dura
cuesta sin salida
allí al azul.
Contempla las vistas,
admira la luz
desde tu torre mientras puedas,
tú
que te ungiste soberano
entre los jueces,
tú
que hoy día eres blanco
de todas mis muecas de desprecio;
tú,
incluso a ti te perdono,
pese a la angustia derramada
en lagos del subconsciente
frente a la suciedad de las cosas
y sus vertientes
que tenebrosas envuelven
un sinsentido crónico.
En mi refugio
a veces caen rocas
eternas como símbolos
de donde extraigo
el material que tanto aíslo,
la flor delicada
de mis poesías
de regalo
en cortesía a tanto halago
en decir de mí que soy guapo
cuando escribo
y profundamente me relajo
sabiendo llegarás
de un momento a otro.
Aquí tengo para darte
pues de todo
cuanto te quepa en deseo;
por si te has pensado que soy de hielo:
guardo dentro al animal
y está rabioso por salir a conquistarte,
por verter la miel, escaparates...
Ya lo de ayer
se me hizo pasado...
Ya pues ya fue
y no volverá
nunca jamás.
La vida así es un despropósito,
un mal sin cura,
un vil naufragio.
Yo me he perdido,
yo no me encuentro
en el laberinto...
Ni con cadenas
se me ata al mundo.
¿Escuchas los truenos?
¿Y un eco nocturno?
Sí me sintiera más pleno
estaría contigo.
Juntos los dos
hacemos un busto o esfinje.
La madre que nos parió
debió quedar muy contenta
el día que al fin nos fuimos,
dejándola sola a ella
con sus suspiros...
Beatífica sonrisa
de todo lo creado,
que hoy nos mira
todavía sin ángulo.
Es la misma fría empresa
de todos los humanos
el levantarse bien temprano
a madrugar
y dejar de ser presos
de pensamientos nauseabundos.
Es lo que a todos nos espera
detrás de cornisas y de arbustos.