Dux Den

El músico valiente

 

Violentas guitarras derriten el cielo
y bajo este suelo con gran emoción,
las cuerdas sollozan al mudo teclado 
que solo ha dejado la extensa pasión.

Después del teclado se duerme la mano
dejando al cristiano paciente y feliz,
la brava guitarra conserva la altura
tan fuerte y tan pura como una raíz.

De pronto el maestro saluda a la aurora
que solo decora la magia del mar.
La gente dichosa repite los coros
que brindan los poros hasta descansar.

Los genios y artistas se siguen las huellas
que dejan querellas de tanto dolor;
los sabios poetas levantan el vuelo 
con todo y anhelo que llaman amor.

Aromas potentes seducen el día
de una sinfonía que brinda el violín.
También la guitarra penetra los trinos
de bellos caminos que no tienen fin.

Gritan los presentes con mucha decencia
que marca presencia de un gran orador.
Los jueces aclaman con arte y con tono
y desde aquel trono, «¡que gane el mejor!»

El público aplaude las notas del viento
que da el instrumento con solo tocar;
el músico implora que desde la barra
su hermosa guitarra le van a quitar.

Y sigue la fiesta con toque severo
como un aguacero con prisa al partir.
Y sale de pronto la brava teniente,
y dice a la gente, «¡ya es tiempo, a dormir!»

La gente irritada salió como un trueno
lanzando veneno del bello lugar;
y yo que miraba completa la gloria,
termino esta historia, voy a descansar.

                                      Dux Den