Y entonces, en esa soledad a la vera del camino dejado,
Entendí lo que buscaba, que parajes ella prefería:
No buscaba un noble hacendado ni portentoso,
No prefería un tirano ni voz que le sometía;
Menos esperaba un engreído ministro
O un mariscal de plateada medallería.
Solamente, ¡Solamente! Ella a un hombre prefería:
A uno que en los días fuera ardiente calidez de verano
Y, en las noches, la paz de un campo de blancas Margaritas.