¡COPÉRNICO!
“¡Flora, Flora! ¡Florita!”
Flora se ocultaba al abrigo del desfiladero
y yo cantando y gritando
su nombre con alegre desesperación.
Y cuando yo más gritaba, ella más se
escondía y demoraba cubierta por la espesura. “¡Flora!”.
“¡Florita!” Pero era una diversión inocente
pues yo escandalizaba a propósito
y daba muestras de fingida ansiedad.
Qué desgracia no verte,
ojos oscuros apenas adivinados a través de las ramas y del abanico de hojas,
paso de corza que por ser tan nueva
no se expone a la luz.
Con sus largas piernas delgadas
y con un tallo tierno
enredado en la mata de pelo,
o adornada con alguna hojita seca
también procedente de las altos arbustos,
¡con qué astucia se camuflaba en el bosque
como si quisiera huir de mí!
La di por perdida
Pero, al final del paseo,
pero al doblar un recodo,
y como si no hubiera hecho
nada malo,
me saltó encima con sus piernas delgadas
pero flexibles,
dio un gran salto con sus piernas elásticas,
me cogió por sorpresa,
y de los hombros, por la espalda se me colgó.
Gaspar Jover Polo