El tiempo de Dios refleja la fe que hace caminos.
Lo que hemos soñado se hace verdad si lo intentamos con insistencia.
Nada es imposible si la mirada no decae, y mantiene en la mira, el amanecer.
Asumir el día a día, creyendo en Dios, hace realidad lo que tanto añoramos.
Abrazar a mi amado hijo, Arito, luego de seis años, es un regalo que permite que la esperanza cese y refrende el presente con el abrazo fraterno.
Es que la fe sin obra no es fe y por eso, también veré, en los días que vienen, a mis hermanas, Rebeca, Ysel y María, mi hermano, Rodolfo, sobrinos y amigos.
El tiempo de Dios es así, divino y humano. Cada instante cuenta, hasta que lo sagrado se vive en tiempo real 🙏