Digamos que es amor y no deseo.
Digamos que mi piel es una hoguera
de carne sobre ti y que tu frontera
se cruza en un instante de ajetreo.
Digamos devorar tu ser, jadeo
tras jadeo, y mi boca no cediera
a gritos de placer hasta que muera
el tiempo entrelazado en su apogeo.
Digamos que es amor, pues es lo mismo...
Sentir por nuestros cuerpos sudorosos
el flujo de la sangre en movimiento
que eleva la pasión al paroxismo
y empuja los espasmos ardorosos
antes de terminarnos sin aliento.
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MÁM
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