¡Colosal... se oyó aquel trueno
y el mar agitó sus olas!
Un gigante y sus charolas,
de sangre pobló el terreno.
La savia no tuvo freno
y pintó aquellas chabolas
con ceniza en fumarolas
que alentaron el fosfeno.
Con destello impresionante
se abrió paso aquella herida
como un río que sangrante
va buscando la salida
con el grito desafiante
de su boca enrojecida.