Atrapada en el tiempo, suspendida en el aíre, su alma lloraba,
púes con puñales la herian, sus lamentos en la noche se escuchaban.
No solamente lloraba por ella, sino por el dolor que a sus hijos causaba,
lamentos que hasta el cielo llegaba, mi Dios escuchaba.
El dolor quebro sus alas y así, no podía huir de la tristeza.
Pero un día la esperanza llego, para calmar las penas de su corazón,
Dios la miró y con amor la ayudó, la saco de la cárcel, que el mal la encerro
y con alegria su vida siguió.