A Sara A., con amor y devoción, ahora más que nunca
Hay un rayo de luz
que juguetea en el iris de tus ojos
moteando el cristalino
con imágenes caleidoscópicas
de un tiovivo
y un caballito que galopa
espoleado por tu amor.
Por fin el sol ha hecho su nido
en el cuenco de tus manos de barca,
de esas manos que criban el oro
en aguas salobres.
Hoy el sol ya no es aquella ave migratoria
que te quemaba con su aliento de fuego;
ahora es la caricia bonancible
donde sestean las horas
los gatos
sobre los tejados.
Hubo un tiempo en que las penas pendían en catarata
por el desnivel sinuoso de tus mejillas,
muriendo en el salto del ángel.
Otrora,
las alegrías,
arracimadas en bancos de peces,
quedaron enredadas en la almadraba de la tristeza,
y no supieron cómo zafarse de sus dientes de plata,
que apresaban el cardumen con saña.
Pero la tristeza se perdió en el mar de tus lágrimas
como una carta de amor tragada por las aguas.
Y ahora es sólo papel húmedo y tinta mojada.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.