Me estremeces cuando explayas tus hechiceros pensamientos en el espacio de mi ventana, tu piel me susurra palabras inefables al oído, afuera en los árboles mis esperanzas proliferan en pétalos blancos y las aves entonan sonoridades que mi alma calla. Es un día claro, el sol es cortejado por las nubes, empero, él está enamorado de la luna y se duele cuando ella aparece exclusivamente por las noches para el cortejo que los lobos le dirigen. Y tú aquí, grabada en mi retina, atónito contemplo tu desnudez que me ciega; en tu vientre quedan las marcas de mis cantos que no cesan de embriagar a tus senos. Lo único que anhelo es sobre mí la sensación de tu roce labial por la eternidad.