Nunca supiste, ni aún queriendo,
contener tu lengua y abrazar el silencio.
Es por ello, mal que te pese, que
poeta te hiciste, sin pensar en las consecuencias
de tu impúdica impaciencia.
Ya vagabundo de un mundo irreal,
supiste, eso sí, llevar las cuerdas de tu lira,
hacia una crueldad sin aspavientos, ligera.
Cabalgando sobre herraduras míticas,
de tu propia obsolescencia, quisiste renegar,
cuando, ya tardíamente, te diste cuenta
de tu eterno divagar.
Te pareció el universo, poca cosa.
Y es ahora, mientras la nieve se deshace,
y persiste el olor a espliego, cuando poeta
y no otro, quieres ser: mide bien, esta vez,
las consecuencias-.
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