Juegan a parecer y ser Dioses,
se olvidan que son mortales,
no entienden de congéneres,
solo de derechos y órdenes.
Se creen perfectos y ordenados,
con sus bastiones y reductos,
de mando y derechos apoltronados,
conformes en patricios y plebeyos.
Juegan a ser Dioses,
tiran los dados con estruendo,
para que el plebeyo sufra, sea consciente,
que ellos mandan por derecho divino.
Crean leyes, mandatos, justificaciones,
establecen el miedo a los despidos,
a los sindicatos, a ser justos y honestos,
son los mandatos ocultos e implícitos.
En apariencia sí, son los nuevos Dioses,
pero si rascas, se desintegran en sus caparazones,
se ocultan en romanas y ordenadas formaciones,
y al sincero, lo aplastan sin vacilaciones.