Nada empieza nunca,
todo termina brusco
como asfalto contra tapia.
Es baldío ir contra natura.
Un río siempre va a torcer
su cauce si un risco se planta
partiendo las aguas; un río
tiene que llegar al mar
y cualquier accidente de su curso
es eso, un vano accidente.
Una historia entre dos
tiene un planteamiento,
un nudo y un desenlace,
y mientras va discurriendo
por entre sus páginas
no admite final hasta el final.
Tu relato y el mío se truncaron
en el planteamiento, quedó
como uno de los versos rotos
de Safo —que siempre continúa.
Toda rotura necesita su silencio,
y todo silencio necesita un hilo
que reanudarse. El silencio cura,
nos hace recogernos hacia dentro
y mirar la suciedad que ha quedado.
Yo tuve tu silencio, miré el sucio
de mi alma y limpié y reanudo.
Todo impulso debe agotar su aura.
Si pruebas a poner la palma
de la mano delante de un soplo
verás que tu mano tiembla,
y el soplo permanece en su impulso
indiferente a la erosión que causa,
solo sabe que debe consumarse,
consumirse hasta que se agota.
Tu impulso y el mío no pueden
sino insistir hasta el desgarre.
No tengo prisa, dejo que fluya.
Lo que tiene que irse que se vaya.
Bebamos este elixir hasta los posos.
Así estás tú, así estoy yo,
como perros del hortelano...