Florecían los nardos y los lirios
repletos de esplendores;
despertando de ensueños mil delirios,
de fúlgidos colores.
El jardín parecía un duplicado
del edén prometido;
pues brillaba la hermosa primavera
con fulgor desbordado,
igual que pareciera,
regio manto de luces encendido;
que utilizan las diosas parnasianas
en fiestas sibaritas;
donde fluyen, de regias margaritas,
sus esencias mas dulces y profanas.
Desplegaban jilgueros y canarios
sus más excelsos trinos;
semejando magníficos breviarios;
de los dones supremos y divinos
de la Madre Natura;
que bordada de magia y de belleza,
ofrece la grandeza
tan serena y tan pura;
que nos brinda con tierna complacencia
de la vida su embrujo;
porque tiene la gran magnificencia
que en mis versos dibujo;
ofreciéndole amor y pleitesía
con esta poesía.
Autor: Aníbal Rodríguez.