Seguramente,
soy tan tonta como dicen,
que camino con el corazón en una mano
y en la otra, llevo arrastrando el amor propio,
que está tan descocido como la basta de mi ropa.
Seguramente, en las mañanas,
cuando a duras penas me despierto y me enfrento
al espejo que está tan harto como yo de mi reflejo,
sea tu cara la que vea.
Seguramente, tome el libro que lleva meses
en mi mesa aplazando su lectura,
como aplazo esta condena de quererte.
Y sean las hojas de ese escrito o el mismo autor
el que bostece, porque se saben de memoria
como acaba esta historia cada noche,
si son ellos que me leen línea a línea
la tristeza.
Seguramente, de tanto mirar la pantalla del teléfono
se me cumplan los deseos y me llames.
Y yo corra a tu encuentro
y tú me camines en el orgullo
y vuelva a casa a lamerme las heridas,
pensando que esto, a nada, es suficiente.
Seguramente un día, la sombra de la que fui,
decida acortar sus vacaciones y venir a mi rescate,
darme un baño de agua fría y peinarme las ideas.
Seguramente, cuando intente dormir,
ella se interne en mi cuerpo y yo no sea más sombra
sino la luz constante que perdí el día
en que decidí apagarme, para iluminarte las tinieblas.