Acuesto la mente en la almohada
Y automáticamente brotan
Piritas de cristales rotos
Que penetran el algodón,
Algodón suave y fino
Como el trago amargo de vino
Que hondo me socava
Y carcome lentamente.
Preso, el dolor gimiente
Desborda mi alma, la cual llora
Por la vida y lo que aguarda.
Sin consuelo alguno y Sin cobijo,
mi espíritu se rinde al frío
E implora desde la noche al alba,
Que Sienta lástima de este saco
Que es mi cuerpo y tomándome
Entre sus brazos me dé calor.