En otro tiempo vivía adánicamente
bastaba con metamorfosear los sueños
en la alcoba de mis manos para desangra
frenéticamente el deseo y estrujarlo
hasta extinguir con besos las palabras,
desalojar impúdicamente las razones,
desmantelarlo de miedos solo,y tan solo
por el bastardo asesinato de la piel en otra piel
aun sin mayor nombre que él y con hechos
perpetuar la realidad que débil e infanta
siempre subsiste, volátil y pequeña
tanto como para caber en el vértice de la pupila
enlunada de paz y regocijo que arrebata
de primaveras para luego convertirse
en el intempestivo funeral del gemido,
en la rumorosa resaca que amamanta
al río de mis piernas para terminar luego
en dolorida, agónica y desparramada lágrima
del ocaso, sin migrañas de la tarde y con la plena
contingencia del mañana para encallar el hambre,
el hambre del lobo manso y desamarrar voluntades,
donde solo cabila el deseo en un itinerario del yo
inagotable, por rutas indómitas que nacen y preexisten
al aire, que develan, redescubren el tiempo y lo amasan
en los ojos mojados de alba donde el agua hierve
donde en su alcoba su boca musita la música que llueve
llueve y se adentra. ¡Claro! Aquellos eran otros tiempos.