Mariano Torrent

Culpable e inocente

Libro: Bailar junto a las ruinas 
 
Yo quiero contar la historia del vodka en
la garganta de los delincuentes, de los días
donde la espalda es de humo, y la
cautela, la última rama de un árbol desolado.
 
Elaborar la cronología de los incapaces de sostener
sus palabras en medio de la sarracina,
de los que hacen su voluntad tanto en la dimisión 
como en las apariencias, del monaguillo que
perdió la batalla contra la madrugada
declarándose a la vez culpable e inocente.
 
Reseñar la triste biografía de aquel que buscó 
alimentarse de felicidad en una fuente no 
contaminada, y murió de inanición.
 
No quiero ser un centinela del principado de
la premura, para poder observar como el
agua se revela en la orilla del mar, y como
la humedad deforma lo impronunciable.
 
Quiero testimoniar como me salga de la
alopecia del matemático, de los taxis que
derrapan por las calles inundadas de la
palma de mi mano; conjeturar sobre los
que pretenden vivir todas las vidas sin
poder siquiera comprender la suya.
 
No quiero ser otro mezquino lazarillo preso
del reloj, caminando entre lo innecesario
y el determinismo disfrazado de azar.
 
Colaborar en la quita de pretextos de los
que se lavan la conciencia en el fandango,
derramar la luna llena en las brasas
de la pena de un pronombre impersonal.
 
Dejar mis colmillos de vampiro somnoliento en el 
congelador, mirar sin parpadear a ese sol
con boca de alambre que alumbra un invierno
de hojalata; ver a los gladiadores de
la llaga y el pantano cumplir su vandálica
promesa de articular un llanto devastado.
 
Y mientras el otoño sufra sus bisiestos ataques
de pánico, proferiré mis parrafadas sobre el triste 
aullido escorbútico de los corazones en recesión.
 
Quiero ser – si me da el cuero – megáfono de los 
exasperados, arrancar con un alicate el 85 % de las 
turbulencias desmoralizadoras, y sonreír por
las habladurías que se quedan sin aposiciones.
 
Continuar negándome a entrar en el redil, seguir 
sintiéndome más a gusto a la intemperie; esperar
que llegue el día en que las avenidas
no traigan incorporadas su rutinaria hostilidad, y 
ayudar a los fugitivos que logren huir
de la oscuridad de los sueños olvidados.
 
…Desearía no tener que actualizar cada cierto
tiempo el glosario de los pueblos que se
condenan a sí mismos por su propia inmadurez…