Ya bajan los toros desde grandes cerros
y son treinta perros que vienen detrás.
Los siguen los mozos con blancos chalecos
por campos muy secos que no ven jamás.
Son negros toretes cruzando el sendero
y en el matadero sonríe el carnal;
los francos turistas se conmueven tanto
y con mucho llanto, todo ven fatal.
Las dagas filosas contemplan la muerte
y tientan la suerte del pobre animal:
que malos ajustes promueven al prado
al pobre ganado del surco Oriental.
Los perros del cerro se ven muy feroces
y ladran los goces del terrible horror.
Se sorprende el criado por esa costumbre
que baja la lumbre, pero del terror.
Dux Den