Las paredes callan,
se oscurece el cielo
en tu relampagueante mirada
y asciende un lamento
mientras la lluvia cae
meciendo mis sueños,
mis alas sobando
algún ángel hermano
de armas
en esta rebelión concertada
desde hediondos altares.
Son las horas ya pasadas
entre flores de azabache,
las calles inundadas:
los aedos tenebrosos esto auguran,
me destrozan con sus cánticos,
traen la sombra a estos paisajes;
y una voz desde lo alto
empieza a tronar con desparpajo
descubriendo las entradas a su templo
donde los pasos pues te lleven...