Golpe de mar

No es como montar en bicicleta

 

El amor no es como montar en bicicleta.

Cada vez que se cambia de montura, un nuevo manual de uso.
Si no hay apego no es necesario – no me importa reventarla por mal uso -
Pero eso lo dejo para otro día más calavera.

 

Portada, índice e indicaciones de peligro y advertencia. 
Por último el mantenimiento.
Traquetear los cambios, ajustar los frenos, el sillín, la suspensión y lubricar.
No olvidarse de las presiones y las cubiertas que traccionan con el firme.
Coger confianza en llanos y aclimatarse a su respuesta.

 

Es más cómodo rodar sin casco, pero la conciencia se me impone.

 

Una rider de descenso me retó a bajar por un desfiladero acojonante.
Usaba coraza y casco integral.
Acepté y tremendo hostiazo entre las sábanas.

 

Mi llanto de ciclón me abarrancó, y embarrado llegué a meta. 
Más tarde que temprano.

 

Tras la cura, comprendí que esa no es mi modalidad.
Me va más el enduro en estos casos.
Subes, sudas, te esbelteces, y luego bajas a toda leche.
Las endorfinas provienen del esfuerzo y de la admiración del paisaje. 
En su opuesto, el vértigo de saltar por riscaderas.
Además, no se necesita una coraza ni un casco que te tape la boca.
No obstante, admiro a una distancia prudencial, esa categoría.


Aunque más me admiro yo de descubrir que no es la mía.