Ya lo ves, ¡quien lo dijera!
Trajiste la primavera a mis años otoñales.
Frescos, como manantiales que bajan de la montaña,
tus ojos que me regalan su sonrisa en las mañanas.
Yo soy ese árbol crecido
mis arrugas y mis canas
mas que vejez, se han formado por experiencias amargas.
Tú, en la calidez vibrante de juventud libre y mágica
vistes con capullos nuevos mis anhelos y mis ansias.
Y si acaso alguien dijera que dos ciclos nos separan,
que entre otoño y primavera
hay abismos de distancia,
que aferrase solo deja la piel herida y amarga,
¡No me importa!
Si lo nuestro no conocerá un mañana.
Tú, mi sol de primavera, que me envuelve y da esperanza;
yo, tu triste hoja de otoño que solo el viento levanta.
Si murmuran y comentan
por la edad que nos separa,
dejemos que el mundo gire, ¡la gente no entiende nada!
Tú vivirás en mi ser, tu primavera es la savia
que introduce nueva vida a mis ya marchitas ramas;
yo seré por ti la flor que cobije tus entrañas
y guardaré tu calor en el otoño de mi alma…