Juegan los niños
ajenos a la vida
en su inocencia.
Quiero ser niño,
decimos muchas veces
y con nostalgia.
Y es que despierta
el niño que llevamos
en nuestra alma.
Niños y niñas
jugando, indiferentes,
ante la vida.
Chicos y chicas
creciendo y madurando
año tras año.
Y en el otoño,
tan largo, de la vida,
algo se añora.
Es la niñez,
los días y las noches
interminables.
Allí, los cuentos,
los sueños y las risas,
eran frecuentes.
¡Bendita etapa,
pasada y que no vuelve,
más que en recuerdos!
Pero llevemos
al niño que añoramos
y que queremos.
Seamos niños,
no importen los otoños,
ni los inviernos.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/09/22