Cuando la noche y el día,
un abrazo se están dando,
y yo me encuentro buscando,
entre sueños, mi armonía.
Siento aquella melodía
lejana en el horizonte.
Albo día que en el monte,
me regala de azucenas
aromas, y adiós las penas
con el trinar del sinsonte.
Cuando en ese amanecer
me acaricia el astro Sol,
en mi rostro el arrebol
se enrojece al padecer.
Ya no te puedo querer
mi corazón se resiste,
Pero el orgullo persiste
y la razón interviene:
\"Déjalo, no te conviene\",
triste el alma ya no insiste.
Voy cargada del recuerdo
y de cercana advertencia,
que martilla mi conciencia,
pues provocó un desacuerdo
Entre versos ya me pierdo,
contemplo la madrugada.
Con tristeza y tan callada,
rebusco rimas más ciertas.
Mas, con las puertas abiertas
deseando tu llegada.
El astro rey ha crecido,
en el cielo se acomoda,
y la esperanza, ya toda
por la ventana se ha ido.
Mi corazón sin latido,
y el hierro sin ilusión.
De rojo pasa a marrón
en el sanguíneo torrente.
El desamor ¡evidente!,
pues falta respiración.
A lo lejos, la canción
que un día nuestro himno fue,
cuando ayer yo te encontré
y descubrí la pasión.
Presente desilusión
porque mio nunca fuiste.
El poco amor que me diste,
lo hice crecer en mi pecho.
Y el orgullo con derecho,
me hace ver que tú perdiste.
Dejo los versos danzando
¿se acomodan en soneto?
¿otra estructura, otro reto?
yo me descubro cantando.
Mis azucenas mirando,
de incomparable blancura.
Siento el alma que se apura,
y echa andar al corazón.
¡No he perdido la razón!
ya recobro mi cordura.