Ayer sin previo aviso
me visitó la lluvia,
pude haberle preguntado
por donde andaba, que hacía mucho
tiempo que no la veía, pero no lo hice,
en su lugar me deje empapar por su tibieza
su temperatura perfecta, su cadencia
perezosa.
Se despidió muy pronto y no me propuso
una nueva cita.
me dijo que se alegraba de verme
y de que no llevara un paraguas.
Me reí de su ocurrencia, y vi en el chapoteo
de los charcos que ella también reía.