En el ocaso del atardecer otoñal, cuando el mar se pinta de cielo,
llega el crepúsculo cercano, y el alma sensible se pone a llorar,
buscando en la sombra, la quietud, y el silencio del espíritu ignoto
El ardiente rayo solar, esparce sus cenizas en las suaves olas del mar,
al ocaso del atardecer otoñal, cuando se pueblan las almas de sueño;
y en el viento se esparcen los salados aromas que incitan al espíritu a amar,
mientras su amor melodioso a Odiseo, le cantan desnudas sirenas lejanas,
dormido en el dorado crepúsculo lejano, en donde el mar se pinta de cielo;
llegan las horas de calma y silencio, en donde suelen los pensamientos soñar,
mientras el atardecer, en el crepúsculo, se funde en olas lejanas del mar;
y las gaviotas acarician la arena del mar, causando en su vuelo alboroto.