Con el dedo apuntador
y miradas rencorosas,
las heridas que no curan
en las mentes maliciosas.
Son recuerdos tan eternos
que nunca mueren ni olvidan,
con fiereza lo relatan
y en el rencor siempre anidan.
Encontrar satisfacción
sin hurgar en el pasado
ni escarbar sobre miserias
de un mal sabor tan anclado.
Ojos rabiosos que lloran
quizás la alegría ignoran.