Noche de verano agonizante, realidad de abismos inmaculados, desérticos y solitarios.
Y de la efímera ventisca que nos recuerda con crueldad, que muchas veces querer no es poder.
Te siento tan cerca y estás tan lejana, cómo esa luz del mare serenitatis, lo suficientemente brillante para iluminar nuestra soledad, pero tan opaca que no nos saca de la inmensa oscuridad.
Y así nos desmoronamos, reímos y lloramos, paramos y seguimos caminando con un hambre de estar el uno al lado del otro, sabiendo que eso nunca pasará.
Eternas lunas-.