Hoy que salí a nuestro jardín,
el rosal preguntó por ti,
ocultando la pena de mi corazón,
le respondí que no te vi.
¡Mira y huele mis bellas rosas!
las germiné para tu amada,
para que su faz de tez calmada,
las goce y se le alegre el alma.
Ella es mi calma, es ella mi dueña,
mi existencia y mi esencia sueñan,
cada día por su candor y cuidados,
¡llámala! dile que la extraño.
Querido rosedal del mío jardín,
la verdad te voy a decir,
ella partió ayer y no va a volver aquí,
en soledad hemos quedado.
No te culpo si morir quieres,
pues lo mismo también deseo.
Querido rosal maltrecho,
quisiera abrazarte llorando,
tus espinas clavadas al pecho
y tu aroma a mi vida matando.
Andrés Romo
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