Cuando su presencia llega
el gozo me desborda
aunque el lucero no le vea
los nervios se alborotan
y los huesos se mueven
al son de su potencia.
Es su presencia
una luz cegadora.
Quién ha de verle
sino el que duerme.
Quién ha de oírle
sino el justo
e incorruptible.
A quién ha de hablarle
sino a quien le place.
Es su presencia
el más dulce de los manjares.
¡Dichoso soy cual pichón,
que come y bebe de su boca!
y cual águila nueva vida me da.
Es su presencia
tan abrasadora
que me hace sudar
y su voz me hace temblar
qué hablo y no entiendo
mas comprendo
cuando Él me ha de hablar.
Es su presencia
tan sublime que me hace llorar
¡Oh, te amo Majestad!