EL QUETZAL EN VUELO

¿SABES QUE NO?

¿Sabes que no me siento solo?, aunque parece que lo esté. Mi perro, mi guitarra y yo. Hay veces que por las tardes, nos acompañamos a ver el atardecer desde la terraza y platicamos, sentimos, nos acompañamos y disfrutarnos estar los tres juntos. En ocasiones quiero escribir y mi perro manotea el cuaderno y se pone a mover su cola al lograrlo y yo desisto de hacerlo y acaricio su intención de no dejar acercarme al dolor.

La guitarra es más paciente que la tarde y mi perro.  Aguarda en su sarcófago la hora del brindis mejor y cuando la tarde casi noche pide el primer tinto, sus cuerdas se alborotan y hacen sonar la nostalgia como canción y empieza el gran desfile de emociones pasadas, grandes aretes, sueños voluptuosos, pelo largo y promesas no logradas, algunas aun revolotean en mi alcoba, yacen en mi almohada, mientras otras esperan en el tintero.

Mi terraza se convierte en mi sambódromo particular, donde desfilan todas esas promesas que nacieron una tarde como esta y mintieron durante la madrugada. Entregaron un pedazo de amor envuelto en canciones, lograron su poema antes de irse, pero al salir el sol, sentados sobre el abandono los vimos partir; mi perro, la guitarra y medio vaso de vino, que se quedo esperando tus labios y la otra mitad de la promesa, que se fue contigo.

Algunos recuerdos, dejan sus olores, su risa, algún papel o un mensaje en el espejo del peinador. Nadie se queda en este rio caudaloso que se lleva todo al clarear el día, nada permanece, solo vestigios de que no fue un sueño, de que alguien paso por mi cuerpo, descifrando dolores y sepultando heridas o haciendo otras, pensando sanar aquellas. A veces los sueños duelen mas que la realidad y el tinto cobra sabor a vinagre.

Por eso me sienta bien, estar sentado solo los tres, rodeados de nuestros fantasmas, con los recuerdos vociferando canciones y las caricias dando estupor a mi cuerpo, mientras mi garganta saborea un suave tinto y mi perro me mira desde su complacencia y la guitarra espera su turno, para sacar de su cuerpo de chistera, aquellas fantásticas emociones, que, en tarde como estas, recorrías mi cuerpo con tus fantasías.

 

LENNOX

EL QUETZAL EN VUELO